TUVE HAMBRE Y ME DISTE DE COMER…
Por Olga Carrera
Aquel domingo, después de la misa, Felicia se dedicó diligentemente a preparar
el almuerzo para su familia: una gran olla de espaguetis y una suculenta salsa
con carne. Desde la ventana de la
cocina, que daba directamente al enrejado jardín frontal, observó como tres
niños, de entre cuatro y cinco años de edad, iban de casa en casa pidiendo
limosna. Nunca le gustó la idea de darle
dinero a esos niños que invadían la urbanización los fines de semana, con sus
caritas sucias, sus pies descalzos y sus
ropas harapientas. Estaba convencida de que el dinero no sería utilizado para
llenar sus barriguitas vacías.
Ya su salsa con carne estaba reposando
y ahora los tres chiquitos estaban justo frente a su puerta. Pensó en darles comida, ya que había
suficiente para todos, pero le pareció poco práctico. No iba a ser fácil para ellos cargar con una
lata de espaguetis con salsa. Sabía que
no eran de la zona y que la barriada más cercana estaba a por lo menos 20
minutos caminando.
Recordó el Evangelio de esa mañana:
Dijo Jesús: Porque tuve hambre y me diste de
comer, estuve sediento y me diste de beber…
Por un momento le pasó por la cabeza la
idea de hacer pasar a los chiquillos y servirles en la mesa.
Si hago eso- pensó- éste será el último
fin de semana de tranquilidad en esta casa.
De aquí en adelante, vendrán directamente a mi puerta con todos sus
familiares a pedir comida. Tendremos
comensales por años…
Lo que hagan
por uno de estos pequeños, por mí lo hacen...
-Qué cristiana tan egoísta
soy.-Reflexionó, haciendo un reproche a sus propios pensamientos- Me conmuevo en la iglesia escuchando el
evangelio, pero soy incapaz de practicarlo.
Qué importa lo que pase el domingo entrante. Hoy estos niños tienen hambre y yo voy a
darles de comer.
No lo pensó más, salió al jardín y
abrió la puerta de reja. Antes de formular pregunta alguna, los tenía a los
tres pidiendo a coro.
- Señora una limosnita.
-¿Pan viejo tiene señora?
-Por favor señora una ropita vieja…
Sus voces no parecían suplicantes. Sonaba más bien como una cantaleta, como un
guión aprendido y ensayado. Seguramente
habían repetido las mismas palabras en cada casa que habían visitado.
- Tienen hambre?- les preguntó
interrumpiendo la coral de ruegos.
Todos callaron al mismo tiempo y
cruzaron miradas.
- Sí, dijo el mayor- tomando el papel
de líder.
- Les gustan los espaguetis?- Indagó
Felicia, a lo que todos asintieron con la cabeza.
- Pasen- les dijo-
Las puertas se abrieron ante ellos y
después de titubear por unos segundos entraron en fila india.
Felicia les pidió que se lavaran las
manos antes de comer. Eso le daría
tiempo para servir la mesa.
Desde la cocina podía escuchar sus risitas
nerviosas, mezcladas con el ruido del correr del agua. Se acercó para ver cómo iba todo y pensó que
era tarea casi imposible que esas manos quedaran limpias. Por sus bracitos ahora chorreaba agua sucia,
producto de la mezcla de agua, jabón y tierra. El lavamanos necesitaba una seria limpieza. Felicia les ayudó a asearse un poco mejor y a
secarse las manos.
Se sentaron los tres a la mesa.
Guardando absoluto silencio, se comunicaban
entre sí con miradas de picardía y reprimían la risa en sus
gargantas. Estaban viviendo una
verdadera aventura.
Los platos colmados de espaguetis con
carne acapararon totalmente su atención. Se concentraron en devorar la comida,
sin etiqueta de ningún tipo… el objetivo era comer y saciar esas pancitas
desacostumbradas a grandes cantidades de alimento.
Las servilletas no fueron tocadas. Se limpiaban la boca con el antebrazo.
Al finalizar su comida, corrieron
alborotados hacia la puerta de salida.
Tras su partida, Felicia pasó de nuevo el seguro a la reja principal
observando como se alejaban, empujándose uno al otro y haciendo juegos de mano. No volvieron sus cabezas para
despedirse.
Simplemente desaparecieron
de su vista al doblar en la primera esquina.
Contrario a lo que Felicia había pronosticado, los niños no regresaron
el domingo siguiente…Ni tampoco el domingo de arriba… ni tampoco el de más
arriba.
Nunca más los vio.
Es posible- elucubró Felicia- que mis
espaguetis no hayan estado tan ricos y que por eso no hayan vuelto…. Pero
también es posible que esos niños hayan representado al mismo Jesús y que hayan
sido puestos en mi camino para poner a prueba de mi sentido de compromiso
cristiano. Cualquiera fuera la respuesta, se alegró de haber tomado la decisión
correcta.
-Ellos tenían hambre y les di
de comer…
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