LO
QUE EL RIO SE LLEVÓ
Por
Olga Carrera
La
primavera entró con fuertes lluvias. La
nieve derretida agregaba volúmen al hasta hace poco era un tímido riachuelo;
hoy un río adulto, contaba con suficiente caudal para arrastrar con fuerza lo
que encontrara a su paso. A lo alto del
puente, la joven universitaria posó su mochila de libros a un costado y
distrajo su mirada apagada en la turbulencia del agua. Con movimientos lentos pasó una pierna sobre
la baranda, y luego la otra.
El
exámen de cálculo había comenzado.
Teresa no podía concentrarse. Su mente era una ensalada de cifras con
ansiedad. Su amiga Carla no estaba en el
aula. Debe de haberle pasado algo. Ella nunca faltaría a un examen parcial,
especialmente después de haber pasado tantas noches en vela resolviendo
problemas y preparándose diligentemente para este día.
Gruesas
gotas de lluvia comenzaron a caer sobre la abandonada mochila. Su interior una reseña de intenciones
interrumpidas: Un libro de cálculo de
primer año, la calculadora Casio FX 991, lápiz y papel. La joven estudiante sintió la fría lluvia
sobre su cara. Su ropa mojada se ciñó a
su cuerpo.
Finalizado
el examen, Teresa se dirigió directamenete al edificio de dormitorios de la
universidad, su pensamiento fijo en Carla. La imagen de su amiga comenzaba a
convertirse en obsesión. La había notado
ausente estos últimos días. La falta de sueño sin duda era el motivo de esa
mirada perdida que la caracterizaba recientemente. No era para menos. La presión de los exámenes era intensa. Pero, ¿A dónde se había metido, justamente
hoy?.
Teresa
sabía todo sobre Carla, o por lo menos eso creía. En los pocos meses que tenía
conociéndola, desde que comenzaron su primer semestre, había observado su
pasión por los estudios y su necesidad por la excelencia y por la perfección. Sabía que se había graduado con honores de la
secundaria y que estudiaba afanosamente por obtener las más altas
calificaciones. Sabía lo exigente que
era consigo misma y las altas expectativas que tenían sus padres. Ignoraba, sin embargo, que Cálculo se había
convertido en un reto insostenible, en un rotundo fracaso.
Teresa
pasó la noche en vela con la esperanza de ver aparecer a Carla dejando caer su
pesada mochila sobre el escritorio. Pero
Carla no regresó esa noche. Ni hizo acto
de presencia al día siguiente.
La
lluvia había cesado. La empapada mochila
de libros aún yacía sobre el puente. No
había señales de la estudiante. Diez
kilómetros río abajo, su cuerpo sin vida era arrastrado por la corriente cual
muñeca de trapo.
La
atractiva y juvenil sonrisa de Carla Acevedo cubrió carteleras, postes y
paredes de la Universidad Urbana. El sombrío letrero de DESAPARECIDA,
contrastaba con la jovial expresión de su hermoso rostro. Al otro extremo del país, sus acongojados
padres se preguntan el por qué de esta
huída inesperada. Hacía sólo dos
semanas, Carla había pasado un fin de semana en su ciudad natal y había
contagiado su entusiasmo a la familia entera.
Carla era el orgullo de esos padres inmigrantes que veían realizar en su
hija todos los sueños que les habían sido negados a ellos.
Cientos
de estudiantes y residentes de la ciudad unieron sus esfuerzos con las
autoridades locales para rastrear la zona.
La misma fotografía que empapelaba pasillos y murales a lo largo y ancho
de la villa universitaria, pasó a ocupar
la primera plana de los diarios más prestigiosos del país y abría los
noticieros estelares de las emisoras de televisión.
La
investigación policíaca se llevaba a cabo con absoluto hermetismo. Enrique, su novio, se había convertido en el
principal sospechoso de su desaparición.
Tras numerosos y intensos interrogatorios, y aún sin que se le
levantaraon cargos oficialmente, Enrique fue enjuiciado y condenado
en las cortes de la opinión pública.
A
exactamente dos meses y tres días de su desaparición, el cuerpo descompuesto de
la joven universitaria fue descubierto a las orillas del inclemente rio, en una
población vecina.
Los
que la amaron, los que la conocieron, y todos aquellos que fueron tocados por
su dulce sonrisa, quedaron con el desconsuelo de no haber podido hacer nada
para evitar este trágico desenlace.
Solamente ahora, cuando su muerte era oficial, las autoridades revelaron
un expediente médico que hablaba a gritos de las frustraciones, temores,
depresiones que martirizaban a Carla Acevedo durante los meses previos a su
incomprensible decisión.
Nadie
nunca sabrá sus verdaderos motivos.
Nadie jamás comprenderá como una joven hermosa, inteligente y con un
futuro brillante prefirió la muerte sobre la vida…Muchos preferirán pensar que
tal vez fue un accidente.
El turbulento río no solamente le arrancó la vida. Con su cuerpo se llevó todos sus sueños, sus
ilusiones, y sus más íntimos secretos.
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