miércoles, 22 de abril de 2020

LO QUE EL RIO SE LLEVÓ por Olga Carrera


LO QUE EL RIO SE LLEVÓ 
Por Olga Carrera


La primavera entró con fuertes lluvias.  La nieve derretida agregaba volúmen al hasta hace poco era un tímido riachuelo; hoy un río adulto, contaba con suficiente caudal para arrastrar con fuerza lo que encontrara a su paso.  A lo alto del puente, la joven universitaria posó su mochila de libros a un costado y distrajo su mirada apagada en la turbulencia del agua.  Con movimientos lentos pasó una pierna sobre la baranda, y luego la otra. 

El exámen de cálculo había comenzado.  Teresa no podía concentrarse. Su mente era una ensalada de cifras con ansiedad.  Su amiga Carla no estaba en el aula.  Debe de haberle pasado algo.  Ella nunca faltaría a un examen parcial, especialmente después de haber pasado tantas noches en vela resolviendo problemas y preparándose diligentemente para este día.

Gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre la abandonada mochila.  Su interior una reseña de intenciones interrumpidas:  Un libro de cálculo de primer año, la calculadora Casio FX 991, lápiz y papel.  La joven estudiante sintió la fría lluvia sobre su cara.  Su ropa mojada se ciñó a su cuerpo.

Finalizado el examen, Teresa se dirigió directamenete al edificio de dormitorios de la universidad, su pensamiento fijo en Carla. La imagen de su amiga comenzaba a convertirse en obsesión.  La había notado ausente estos últimos días. La falta de sueño sin duda era el motivo de esa mirada perdida que la caracterizaba recientemente.  No era para menos.  La presión de los exámenes era intensa.   Pero, ¿A dónde se había metido, justamente hoy?.

Teresa sabía todo sobre Carla, o por lo menos eso creía. En los pocos meses que tenía conociéndola, desde que comenzaron su primer semestre, había observado su pasión por los estudios y su necesidad por la excelencia y por la perfección.  Sabía que se había graduado con honores de la secundaria y que estudiaba afanosamente por obtener las más altas calificaciones.  Sabía lo exigente que era consigo misma y las altas expectativas que tenían sus padres.  Ignoraba, sin embargo, que Cálculo se había convertido en un reto insostenible, en un rotundo fracaso.  

Teresa pasó la noche en vela con la esperanza de ver aparecer a Carla dejando caer su pesada mochila sobre el escritorio.  Pero Carla no regresó esa noche.  Ni hizo acto de presencia al día siguiente. 

La lluvia había cesado.  La empapada mochila de libros aún yacía sobre el puente.  No había señales de la estudiante.  Diez kilómetros río abajo, su cuerpo sin vida era arrastrado por la corriente cual muñeca de trapo.

La atractiva y juvenil sonrisa de Carla Acevedo cubrió carteleras, postes y paredes de la Universidad Urbana. El sombrío letrero de DESAPARECIDA, contrastaba con la jovial expresión de su hermoso rostro.  Al otro extremo del país, sus acongojados padres  se preguntan el por qué de esta huída inesperada.  Hacía sólo dos semanas, Carla había pasado un fin de semana en su ciudad natal y había contagiado su entusiasmo a la familia entera.  Carla era el orgullo de esos padres inmigrantes que veían realizar en su hija todos los sueños que les habían sido negados a ellos.

Cientos de estudiantes y residentes de la ciudad unieron sus esfuerzos con las autoridades locales para rastrear la zona.  La misma fotografía que empapelaba pasillos y murales a lo largo y ancho de la villa universitaria,  pasó a ocupar la primera plana de los diarios más prestigiosos del país y abría los noticieros estelares de las emisoras de televisión.

La investigación policíaca se llevaba a cabo con absoluto hermetismo.  Enrique, su novio, se había convertido en el principal sospechoso de su desaparición.  Tras numerosos y intensos interrogatorios, y aún sin que se le levantaraon cargos oficialmente, Enrique fue enjuiciado  y condenado  en las cortes de la opinión pública.   

A exactamente dos meses y tres días de su desaparición, el cuerpo descompuesto de la joven universitaria fue descubierto a las orillas del inclemente rio, en una población vecina.

Los que la amaron, los que la conocieron, y todos aquellos que fueron tocados por su dulce sonrisa, quedaron con el desconsuelo de no haber podido hacer nada para evitar este trágico desenlace.  Solamente ahora, cuando su muerte era oficial, las autoridades revelaron un expediente médico que hablaba a gritos de las frustraciones, temores, depresiones que martirizaban a Carla Acevedo durante los meses previos a su incomprensible decisión.

Nadie nunca sabrá sus verdaderos motivos.  Nadie jamás comprenderá como una joven hermosa, inteligente y con un futuro brillante prefirió la muerte sobre la vida…Muchos preferirán pensar que tal vez fue un accidente.
El turbulento río no solamente le arrancó la vida.  Con su cuerpo se llevó todos sus sueños, sus ilusiones, y sus más íntimos secretos.

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