sábado, 25 de abril de 2020

LOS MENSAJES DE JULIETA por Olga Carrera


LOS MENSAJES DE JULIETA 

Por Olga Carrera

Hoy conseguí otro mensaje de Julieta.  Hacía meses que no encontraba un mensaje suyo.  Éste último fue doblado cuidadosamente y colocado dentro de un viejo álbum de fotos.  Aunque quisiera darme a la tarea de encontrarlos todos, podría pasar el resto de mi vida buscando y no necesariamente hallando.  Ninguno ha sido dejado a la vista.  Todos fueron escondidos en sitios estratégicos, con la intención de ser descubiertos, por casualidad, en un tiempo futuro.

Así siempre fue Julieta: vivaracha, traviesa y juguetona… y, después de cinco años de su partida,  sigue jugando conmigo y con mis sentimientos… sigue alimentando en mí la ilusa esperanza de que algún día regresará.

Desdoblé la hoja con cuidado y me deleité con su contenido.  Ocupando la mayor parte del papel había un corazón gigantesco, dibujado con torpes trazos infantiles, en lápiz de cera color rojo.  Dentro del corazón,  en su inconfundible letra de molde, leí  una simple palabra: “MAMI”.  Su dulce mensaje despertó de nuevo en mí  la congoja, ya  adormecida por el pasar del tiempo,  y mis ojos respondieron de inmediato con un par de lágrimas de resignación. En el borde inferior de la hoja, su firma, la huella inconfundible de sus primeros mensajes: La diminuta palma de su manita, en acuarela azul…

Coloqué la palma de mi mano sobre su huella, en un intento furtivo de conectarme con ella.  Su mano completa, quedó cubierta con la palma de la mía.  Había olvidado lo pequeña que era cuando comenzó a dejar mensajes.  Apreté la hoja contra mi pecho, luego la besé.  Finalmente la coloqué  en la misma caja donde he guardado celosamente todos los mensajes de Julieta.

Todo comenzó con un juego…

En una oportunidad, sin ningún motivo especial, escondí chocolates por todos los rincones casa.  La reté a conseguirlos.  No había prisa. Podría encontrar un chocolate por día, o cada dos días, o uno por semana.  Cualquier momento era bueno para degustar un pedacito de chocolate.  A Julieta le encantó el juego.  Recuerdo la ilusión con que buscaba los chocolates y la alegría reflejada en su sonrisa, cada vez que encontraba uno.

Un día se propuso retribuirme el gesto.  Después de mucho pensar decidió que también ella podía esconder pequeños tesoros para mí.  Fue entonces cuando se dedicó a preparar notitas y dibujitos, los cuales escondió cuidadosamente para que yo los encontrara.  No había prisa. Podía encontrar un mensaje por día, o uno por semana… o uno cinco años más tarde.

- No puedes comértelos, porque no son de chocolate -me dijo- Cada vez que encuentres uno,  tienes que guardarlo en esta caja de zapatos.

Estuve de acuerdo y comenzó el juego.

Los primeros mensajes me llenaron de ternura.  Julieta con las justas atinaba a colorear.  Me dibujó lo que parecía ser figuras humanas, mariposas, flores, conejos y árboles. Como no sabía escribir, embadurnaba su mano en acuarela azul y la estampaba  en la base del papel.  Encontré sus mensajes en los cajones de la cocina, en mi mesa de noche, en las plantas de la terraza, dentro de la refrigeradora  y hasta mezclados con mi ropa interior.  Era nuestro pequeño juego. 

Más adelante, cuando comenzó a escribir sus primeras palabras,  me dio el regalo de su nombre: JULIETA.  Desde entonces cambió su firma.

De allí en adelante avanzó sorprendentemente en la escritura: “De Julieta, para mi mami” “Te quiero mucho mami” “Una mariposa para mi mami”

Mi regocijo era indescriptible. No solamente disfrutábamos, sino que el juego servía de práctica para que ella aprendiera a leer y escribir.  Quería saber el significado de todas las palabras que veía, para luego usarlas en los mensajes que me escribía.  No sé cuantos mensajes dejó, ni donde los escondió.  Yo pienso que ella misma perdió la cuenta.

Desde que se enfermó,  el contenido de sus mensajes cambió radicalmente.  Ella sabía lo doloroso que era para mí verla padecer.  Se sentía responsable por mi angustia y mi decaimiento. En lugar de esperar que yo la consolara, ella quería alentarme con sus palabras.

-“Voy a estar bien, mami.  No sufras por mí”- escribió un día.  Esta nota la encontré dentro de mi cartera.  Evidentemente, quiso asegurarse de que la leyera. Y tenía razón.  Yo sé que ahora está bien. Ya no sufro por ella;  Sin embargo, la extraño mucho.

La leucemia se la llevó rápidamente. Su vida fue como un breve suspiro.  Inhalé, llené mis pulmones de su maravilloso oxigeno y, cuando exhalé,  ya ella se había ido.

Julieta nunca le puso fecha a sus mensajes.  Sé, por el contenido y por su destreza en la escritura, cuales son los más recientes. El que encontré hoy debe ser de los primeros que escribió, cuando todavía gozaba de salud.  Lo deduzco por su firma… la palma de su manita en acuarela azul.

Por las mañanas, cuando los astros del firmamento hacen su ceremonioso cambio de guardia para que comience un nuevo día, yo me dispongo con ilusión a continuar jugando con mi dulce niña. 
Cada día espero ansiosa poder encontrar un nuevo mensaje de Julieta.

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