LOS MENSAJES DE JULIETA
Por Olga Carrera
Hoy conseguí otro mensaje de Julieta.
Hacía meses que no encontraba un mensaje suyo. Éste último fue doblado cuidadosamente y
colocado dentro de un viejo álbum de fotos.
Aunque quisiera darme a la tarea de encontrarlos todos, podría pasar el
resto de mi vida buscando y no necesariamente hallando. Ninguno ha sido dejado a la vista. Todos fueron escondidos en sitios
estratégicos, con la intención de ser descubiertos, por casualidad, en un
tiempo futuro.
Así siempre fue Julieta: vivaracha, traviesa y juguetona… y, después de
cinco años de su partida, sigue jugando
conmigo y con mis sentimientos… sigue alimentando en mí la ilusa esperanza de
que algún día regresará.
Desdoblé la hoja con cuidado y me deleité con su contenido. Ocupando la mayor parte del papel había un
corazón gigantesco, dibujado con torpes trazos infantiles, en lápiz de cera
color rojo. Dentro del corazón, en su inconfundible letra de molde, leí una simple palabra: “MAMI”. Su dulce mensaje despertó de nuevo en mí la congoja, ya adormecida por el pasar del tiempo, y mis ojos respondieron de inmediato con un
par de lágrimas de resignación. En el borde inferior de la hoja, su firma, la
huella inconfundible de sus primeros mensajes: La diminuta palma de su manita,
en acuarela azul…
Coloqué la palma de mi mano sobre su huella, en un intento furtivo de
conectarme con ella. Su mano completa,
quedó cubierta con la palma de la mía.
Había olvidado lo pequeña que era cuando comenzó a dejar mensajes. Apreté la hoja contra mi pecho, luego la
besé. Finalmente la coloqué en la misma caja donde he guardado
celosamente todos los mensajes de Julieta.
Todo comenzó con un juego…
En una oportunidad, sin ningún motivo especial, escondí chocolates por
todos los rincones casa. La reté a
conseguirlos. No había prisa. Podría
encontrar un chocolate por día, o cada dos días, o uno por semana. Cualquier momento era bueno para degustar un
pedacito de chocolate. A Julieta le
encantó el juego. Recuerdo la ilusión
con que buscaba los chocolates y la alegría reflejada en su sonrisa, cada vez
que encontraba uno.
Un día se propuso retribuirme el gesto.
Después de mucho pensar decidió que también ella podía esconder pequeños
tesoros para mí. Fue entonces cuando se
dedicó a preparar notitas y dibujitos, los cuales escondió cuidadosamente para
que yo los encontrara. No había prisa.
Podía encontrar un mensaje por día, o uno por semana… o uno cinco años más
tarde.
- No puedes comértelos, porque no son de chocolate -me dijo- Cada vez que
encuentres uno, tienes que guardarlo en
esta caja de zapatos.
Estuve de acuerdo y comenzó el juego.
Los primeros mensajes me llenaron de ternura. Julieta con las justas atinaba a
colorear. Me dibujó lo que parecía ser
figuras humanas, mariposas, flores, conejos y árboles. Como no sabía escribir,
embadurnaba su mano en acuarela azul y la estampaba en la base del papel. Encontré sus mensajes en los cajones de la
cocina, en mi mesa de noche, en las plantas de la terraza, dentro de la
refrigeradora y hasta mezclados con mi
ropa interior. Era nuestro pequeño
juego.
Más adelante, cuando comenzó a escribir sus primeras palabras, me dio el regalo de su nombre: JULIETA. Desde entonces cambió su firma.
De allí en adelante avanzó sorprendentemente en la escritura: “De Julieta,
para mi mami” “Te quiero mucho mami” “Una mariposa para mi mami”
Mi regocijo era indescriptible. No solamente disfrutábamos, sino que el
juego servía de práctica para que ella aprendiera a leer y escribir. Quería saber el significado de todas las
palabras que veía, para luego usarlas en los mensajes que me escribía. No sé cuantos mensajes dejó, ni donde los
escondió. Yo pienso que ella misma
perdió la cuenta.
Desde que se enfermó, el contenido
de sus mensajes cambió radicalmente.
Ella sabía lo doloroso que era para mí verla padecer. Se sentía responsable por mi angustia y mi
decaimiento. En lugar de esperar que yo la consolara, ella quería alentarme con
sus palabras.
-“Voy a estar bien, mami. No sufras
por mí”- escribió un día. Esta nota la
encontré dentro de mi cartera.
Evidentemente, quiso asegurarse de que la leyera. Y tenía razón. Yo sé que ahora está bien. Ya no sufro por
ella; Sin embargo, la extraño mucho.
La leucemia se la llevó rápidamente. Su vida fue como un breve
suspiro. Inhalé, llené mis pulmones de
su maravilloso oxigeno y, cuando exhalé,
ya ella se había ido.
Julieta nunca le puso fecha a sus mensajes.
Sé, por el contenido y por su destreza en la escritura, cuales son los
más recientes. El que encontré hoy debe ser de los primeros que escribió,
cuando todavía gozaba de salud. Lo
deduzco por su firma… la palma de su manita en acuarela azul.
Por las mañanas, cuando los astros del firmamento hacen su ceremonioso
cambio de guardia para que comience un nuevo día, yo me dispongo con ilusión a
continuar jugando con mi dulce niña.
Cada día espero ansiosa poder encontrar un nuevo mensaje de Julieta.
me puso el corazón chiquitico... guao
ResponderBorrarIgual a mi... tiene un final inesperado
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