El
sarampión de la princesa
de Aquiles Nazoa
A
Elizabeth, princesa de Inglaterra,
como
a cualquier negrita de esta tierra,
le
ha dado el sarampión,
enfermedad
tenida por plebeya
y
que, por eso mismo, al darle a ella,
rompió
la tradición.
Por
muy cierto hasta ahora se tenía
–
bastante nos lo han dicho en poesía –
que
las princesas son,
dada
su sangre azul, del todo inmunes
a
esos males caseros y comunes
que
atacan al montón.
Cuentos
nos han contado, por quintales,
de
princesas enfermas, cuyos males
son
siempre de postín:
algún
hechizamiento, algún letargo
o
esas ganas de echarse largo a largo,
que
llaman el “esplín”.
Y
si hubo un caso grave fue el de aquella
princesita
tan floja como bella
que
veinte años durmió,
hasta
que vino un príncipe en su jaca,
la
despertó moviéndole la hamaca
y
le dijo: – les go…
¡Ah
crudeza del mundo! Así es la cosa:
Elizabeth
está sarampiosa
como
cualquier mortal.
Y
su rostro, a la luna parecido,
por
causa de las ronchas ha sufrido
un
eclipse total.
Así
pues, los discípulos de Apolo
que
han visto a las princesas sufrir sólo
males
del corazón,
se
llevarían una gran sorpresa
si
llegaran a ver a esta princesa
¡con
esa picazón!
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