martes, 4 de diciembre de 2018

Una piedra muy grande de Gustavo Roldán


Esa tarde la lluvia caía y caía y un olor a tierra mojada llenaba el monte.

¡Eh, don sapo! -gritó el piojo desde debajo de la panza del ñandú-. ¡Aquí no nos moja la lluvia! ¡Qué oportunidad para que nos cuente un cuento!

- ¡Un cuento de Buenos Aires, don sapo! ¡Cuéntenos más de Buenos Aires! –pidió la garza blanca.

- ¡Eso, don sapo! –dijo el quirquincho-. ¿Qué les gusta a los que viven allá? ¿Tienen buena tierra? ¿Les gusta el olor de la tierra mojada?

- Son raros, no tienen tierra a mano, los pobres.

- ¿Cómo?


- ¿Qué no tienen tierra?

- ¡No puede ser, don sapo!

- ¡No nos hagas bromas, don sapo! ¡Cómo no van a tener tierra!

- Ya les explico. Tienen que pensar que allá las cosas son diferentes.

- Sí, pero no puedo creer que no tengan tierra.

- Y sin embargo es así. Todo todo es como una piedra muy grande y chata.

- ¿Una piedra muy grande?

- Sí. Tapa todo el suelo.

- ¿Tienen el suelo forrado?

- Sí, pero en el fondo se ve que la tierra les gusta, porque vuelta a vuelta la rompen y hacen grandes pozos, y ahí, debajo de la piedra, tienen tierra.

- ¿Y qué hacen con esa tierra?

- La sacan afuera, la tienen algunos días amontonada y después la vuelven a meter al pozo y la vuelven a tapar con la piedra.

- ¿Y siempre hacen eso?

- Todos los días. Cuando tapan un pozo se van un poco más allá y cavan otro pozo.

- ¿Y después lo tapan otra vez?

- Claro, pero otro poco más allá vuelven a cavar otro pozo.

- ¿Y así toda la vida?

- Parece.

- ¡Pero no tiene sentido, don sapo!

- Mire m’hijo, no se apure a juzgar. Se ve que a ellos les gusta hacerlo, y bueno. Lo que les aseguro es que cavan y cavan y rompen las piedras todo el día.

- Bueno, don sapo, pero lo que no entiendo es por qué no dejan toda esa tierra afuera del pozo y listo. La tienen a mano para toda la vida.

- Es que allá tienen muchas leyes, y parece que la ley dice que tiene que ser así.

- Bueno, unos cavan y cavan. ¿Y qué hacen los otros?

- Se paran y miran dentro del pozo. Se paran y miran. Por eso digo que les gusta la tierra.

- ¡Pobres! ¡Qué mala suerte tener esa piedra arriba! ¡El trabajo que les cuesta!

- Y bueno, amigo piojo, son cosas de la vida. No a todos nos toca la suerte de vivir en el monte.


FIN

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